Brazaletes, láseres y cámaras térmicas: la intrusiva tecnología para controlar el virus en los centros de trabajo

El brazalete "Romware Covid Radius" emite un sonido cada vez que un trabajador de Tata Steel en el Reino Unido o un estibador d el puerto belga de Amberes irrumpe dentro del perímetro de otro trabajador, también "armado" con el dispositivo. En las obras de Bouygues y en las oficinas de Sanofi o Schneider, en Francia, los empleados entran después de ser chequeada su temperatura con cámaras térmicas. Láseres invisibles ayudan a gestionar multitudes en centros comerciales y de transporte en España y Francia, y algunas usan ya dispositivos de rastreo de infecciones.
 A medida que los europeos regresan al trabajo, están entrando en un mundo muy diferente de la que dejaron. Bancos, oficinas, almacenes de comercio electrónico, fábricas, clubes deportivos y aeropuertos están probando o instalando cámaras térmicas, sistemas de detección de máscaras y software de seguimiento para evitar un resurgimiento del coronavirus que ha colapsado las economías y se ha llevado más de 167.000 vidas.
El virus ha abierto las puertas a tecnologías de vigilancia y monitorización que parecen haber llegado para quedarse. Unos sistemas que empezaron a fomar parte de la vida diaria en Asia, con el reconocimiento facial masivo en China y los mecanismos de seguimiento de la infección en Corea del Sur, y que ahora llegan a Europa, donde el virus ha alterado la ecuación entre privacidad y seguridad.
"El uso de infraestructuras de vigilancia masiva puede llevar a una la normalización de estas herramientas altamente intrusivas, y a la precipitada la introducción de aplicaciones, dispositivos y cámaras. A largo plazo eso conduce al deterioro de la confianza entre los empleadores y empleados", según Ella Jakubowska, investigadora en la asociación de derechos de Internet Edri.
Los negocios están testando la fina línea entre mantener a la gente segura y proteger su privacidad. La ausencia de una orientación clara de los reguladores europeos está obligando a las empresas a "decisiones extremadamente difíciles", según Daniel Cooper, un socio del bufete de abogados Covington and Burling, que aconseja clientes sobre la regulación de la tecnología. "Tienen que equilibrar los derechos de privacidad de las personas cuyos datos son, conseguir el equilibrio correcto y no violar la ley", añade.
Alrededor del 23% de las empresas encuestadas a nivel mundial están considerando hacer seguimientos en el lugar de trabajo o el rastreo de contactos para la transición en la veulta al trabajo, según PricewaterhouseCoopers, que está probando su propia herramienta de rastreo de contactos en su oficina de Shanghai.
Los proveedores de estas tecnologías las promocionan como una forma segura de hacer que la gente vuelva al lugar de trabajo, reactivando economías paralizadas por los confinamientos. Aunque muchos reconocen que los sistemas no son infalibles, dicen que el riesgo de infección puede ser limitado. "Nuestros brazaletes son herramientas para mantener a los trabajadores seguros y aumentar el rendimiento", apunta John Baekelmans, director ejecutivo oficial de Rombit.
La firma prevé mejorar las funcionalidades de estos dispositivos (que pesan 100 gramos) con una función de rastreo para permitir a los médicos del puerto hacer seguimiento de una posible propagación del virus. Rombit, que prevé seguir vendiendo sus aparatos una vez se supere esta pandamia, suministrará los dispositivos a 300 compañías en las próximas semanas.
En Cracovia, la empresa Estimote está vendiendo dispositivos de distanciamiento social a fábricas, centros de investigación y hospitales, que permiten también rastrear los contactos de cualquier personal infectado. Los dispositivos zumban cuando los trabajadores tienen pasó demasiado tiempo cerca de un colega. Los empleados que desarrollan síntomas (o reciben un resultado positivo) pueden pulsar un botón para notificarlo a la compañía, que automáticamente rastrea a todas las personas con las que ha estado en contacto.
Herta Security, en Barcelona, está desarrollando tecnología de detección de máscaras y de reconocimiento facial para acceder a centros de trabajo sin establecer contacto físico. Una empresa de distribución mundial baraja usar este sistema en sus oficinas de Europa y Latinoamérica América, según Laura Blanc, responsable de marketing.
Centros comerciales y grandes centros de transporte en España, Francia, Israel y EE UU usarán el láser de la empresa parisina Outsight para asegurar el distanciamiento social, según su presidente Raúl Bravo. Aeroports de Paris los está testando para monitorear flujos de pasajeros.
En Madrid, la Universidad Camilo José Cela está estableciendo un sistema de cámaras chinas que mide simultáneamente la temperatura de los estudiantes y trabajadores y comprueba si llevan máscaras. Aeropuertos incluyendo el Heathrow de Londres y el Charles de Gaulle de París también están probando cámaras térmicas. "Vendemos más cámaras cada semana", dijo Guenther Mull, CEO compañía alemana de biometría Dermalog Identification Systems.
Los defensores de la privacidad están alarmados. Las cámaras térmicas se pueden considerar una invasión de la privacidad, según Rob van Eijk, director para Europa del Foro del Futuro de la Privacidad, una organización sin fines de lucro.
EL Bayer Leverkusen, club de fútbol alemán, adquirió cinco cámaras térmicas Dermalog. Cuando la Bundesliga se convirtió en la primera gran liga de fútbol en volver a jugar, el club había estado usando este sistema para medir la temperatura antes de los entrenamientos, desde recogepelotas a jugadores. La Bundesliga, de hecho, ha establecido controles obligatorios de fiebre dentro del protocolo para reiniciar, a puerta cerrada, los partidos.
Cámara térmica en el aeropuerto de Riga, Lituania.

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